El gobierno de Trump anunció nuevas sanciones sin precedentes contra Venezuela el viernes pasado, diseñadas para cortar el financiamiento del país. El equipo de Trump actúa como si las sanciones estuvieran dirigidas solamente al gobierno. Pero como cualquier economista sabe, esto es completamente falso. Al asfixiar a la economía bloqueando la entrada de divisas, se perjudicará al sector privado, a la mayoría de los venezolanos, a los pobres y a los vulnerables.
Estas sanciones profundizarán la grave depresión en la que ha estado la economía de Venezuela por más de tres años y medio, lo que ya ha reducido el ingreso por persona en más de un tercio. Empeorarán la escasez de alimentos y medicamentos esenciales. Exacerbarán la crisis de la balanza de pagos del país y, por tanto, alimentarán la espiral de inflación (600 por ciento en el último año) y la depreciación de la moneda (en el mercado negro) que se ha acelerado desde finales de 2012.
Y polarizarán aún más a un país ya dividido. Los líderes de la oposición que apoyan las sanciones, o están asociados con ellas debido a sus lazos de larga data con EE.UU., serán vistos como traidores, al igual que muchos de los republicanos del gobierno de Trump, incluido él mismo, son retratados por quienes creen que colaboraron con el gobierno ruso para ganar las elecciones de 2016.
Las sanciones de Trump son también ilegales bajo la ley estadounidense e internacional. Violan la Carta de la Organización de los Estados Americanos (Capítulo 4, Artículo 19) y otros tratados internacionales que Washington firmó. Para cumplir con la ley de Estados Unidos, el presidente también tiene que mentir y decir que los estadounidenses están sufriendo una “emergencia nacional” debido a una “amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional” planteada por Venezuela. Esto es obviamente ridículo.
Las sanciones causan daño principalmente debido a que prohíben a Venezuela endeudarse o vender activos en el sistema financiero estadounidense. También prohíben que CITGO, la compañía de combustible localizada en EE.UU., que es propiedad del gobierno de Nicolás Maduro, envíe dividendos o ganancias a Venezuela. Además, si Venezuela quisiera hacer una reestructuración de la deuda, para reducir el servicio de la deuda durante la crisis actual, no podría hacerlo porque no podría emitir nuevos bonos. Básicamente, la orden ejecutiva de Trump cortará la mayoría de las fuentes de financiamiento potencial, aparte de Rusia o China. Esto causaría que las importaciones, que ya han caído en más de un 75 por ciento en los últimos cinco años, sigan cayendo. Esto significa una mayor escasez y un mayor declive económico, ya que gran parte de la producción nacional venezolana depende de las importaciones.
La orden ejecutiva incluye una exención para las importaciones de petróleo de Venezuela.
¿Por qué Trump haría algo que ni siquiera sus aliados derechistas en América Latina y la mayoría de la oposición venezolana no apoyaron cuando Trump amenazó con hacer esto el mes pasado? Como sucede con numerosas decisiones aparentemente irracionales de este presidente, no es muy fácil de saberlo con seguridad. Pero parece que la estrategia es destruir más la economía hasta el punto en que la gente se levante y derroque al gobierno, o tal vez provoque un golpe militar.
En las últimas semanas, las violentas protestas callejeras desaparecieron. La mayoría de los líderes de la oposición aceptaron participar en las largamente demoradas elecciones regionales de octubre. Este es un desarrollo positivo para aquellos que quieran ver una solución pacífica del conflicto. Pero para los extremistas que buscan el cambio de gobierno como Marco Rubio, a quien Trump parece estar escuchando en lo referente a Venezuela, la paz es una mala noticia, especialmente para la estrategia mediática de “si sangra, vende”. Ellos deben estar viendo como ventajoso el exacerbar la crisis económica y el sufrimiento, esperando traer a la gente de vuelta a las calles y alejarla de las negociaciones, las que serán necesarias para resolver el conflicto.
Finalmente, tampoco podemos descartar la posibilidad de que Trump haya emitido esta orden como otra distracción a sus mala fortuna política en casa. La distracción ha sido su modus operandi desde su campaña presidencial el año pasado. En este caso es particularmente peligroso porque también amenazó con acciones militares contra Venezuela, y unas sanciones estadounidenses de esta magnitud a menudo han sido seguidas por ataques militares.
A medida que la presidencia desgraciada de Trump continúa pudriéndose, el impulso de rescatarla con la guerra ciertamente crecerá. Venezuela no es el mejor blanco para las relaciones públicas porque la “amenaza de seguridad” es algo difícil de vender. Pero Trump y sus asesores pueden considerarlo menos arriesgado que algunas de las alternativas, como Corea del Norte, Irán o Siria.
* Codirector del Centro de Investigación en Economía y Política (Center for Economic and Policy Research, CEPR) en Washington, D.C.